Quiero compartir este Cuaderno de Recuerdos con vosotros

Sería bonito, tener vuestros recuerdos, y me sentiría muy honrada.

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al mail del blog y me encargaré de publicarlos, aquí,
en esta seccion.

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Alicia Valverde

martes, 31 de mayo de 2016

El sentido de mi vida





Me siento barro entre tus manos
                      tú moldeas mi figura
                      con amor y caricias,
                      con ternura y desvelos.

                      Eres tú quién me da vida
                      quien con infinita delicadeza
                      me haces sentir cada día
                      que existe un nuevo amanecer.

                      Alfarero de sueños,
                      convertidos en realidad
                      desde tu corazón,
                      logrando con tus dedos
                      que mi alma sonría,
                      continúa llenándote de mi barro
                      siempre, cada día.

                      Lléname de tu amor
                      hazme sentir única
                      pues tú, eres quien
                      da sentido a mi vida.





Autora: Rosa Cortés
Si quieres leer más de Rosa esté es su blog: http://estrella-blogdeestrella.blogspot.com.es/

La pequeña rosa





Pequeña rosa que creciste en mi jardín,
Fue toda una sorpresa que aparecieras.
Tu belleza es grande y envidias a mis vecinas,
Pero por tus espinas ni yo puedo acercarme.

Pequeña rosa que creciste en mi jardín,
Pides cuidados mil, campana de cristal,
Agua en abundancia y atención entera.
Pero por tus espinas ni yo puedo acariciarte.

Pequeña rosa que creciste en mi jardín,
Fuiste la más bella, pero también la más
Vanidosa.
De tu belleza nada queda, sola, triste te quedas.
Pero por tus espinas tampoco me dejas consolarte.


Texto Philipp da la Croix


miércoles, 18 de mayo de 2016

No le dejes de cuidar





Pajarito,pajarito 
ponle calma a tu trinar  
que mi niño está malito,
y no puede descansar
pues mi alma rompe en llanto,
y no puedo contemplar,
 que se le escapa la vida
 y no se como actuar.

Rompo el silencio a quejidos,
sin lágrimas derramar,
 para cuando se cierren sus ojitos,
vea en mi cara una sonrisa sin final.

Por eso lindo pajarito 
cuando eches a volar,
le acompañes al cielo
 y no le dejes de cuidar.




Autora: Noelia Sanchez López

miércoles, 6 de mayo de 2015

La noche que salí contigo


La noche que salí contigo
había tormenta y un paracaídas en el cielo ,
una habitación para dos bocas hambrientas ,
una manos desafiando la gravedad del sueño ,
escamas calientes con las paginas en blanco.

El amor queda mas cerca de tus botones desabrochados ,
el pasillo se apaga de telegramas mal escritos ,
desaparecidos entre la ropa mal plegada.
Paganos de la mañana despertando en una canción ,
un pecado con poca luz entre mis manos.

Una llave de plástico se fue por la ventana ,
la vida revoloteando en el viento que murió ,
una playa desierta en la piel cansada ,
un juego de hojas procesando las claves del amor.

Una isla desierta para dos náufragos en llamas ,
una marea que se lleva la mirada y tu esencia ,
un brillo de manzana en la sed de tus párpados ,
una noche que no acaba , sino empieza



Autor: Ángel Gas Sala.
Puedes leer la obra de Ángel en :Poemas de Angel Gas
En Facebook: Angel Gas Sala


miércoles, 1 de abril de 2015

Imagina





Imagina que salgo de casa y me dirijo al aeropuerto con lo que llevo puesto...
Tomo el primer vuelo con escala en algún lugar cercano a ti...
Llego en un vehículo de alquiler a tu dirección...
Me dirijo al ascensor y toco a tu puerta.... 
Se escucha la música suave y tu risa inconfundible.
Hago sonar el timbre una sola vez y corto...
Siento tus pasos acercarse y la puerta se abre....
Nos miramos por un momento mágico y entro...

Estas emocionada y y nervioso, comienzas a reír de esa forma que me encanta.
Me acerco y te doy un beso, de esos sin permiso. Quedamos extasiados en esa unión de labios.
Sin darnos cuenta estamos en tu cama. Nos hacemos nuevos en la piel del otro
Y amanecemos todos los días juntos.

Imagina....






Autor: Anónimo.

lunes, 9 de febrero de 2015

Carmen





De joven eras hermosa, destacabas entre las demás y los pretendientes se disputaban por tu sonrisa. Te casaste con el hombre de tus sueños y vivisteis muy felices juntos. Cuatro hijos nacieron de esa unión y crecieron sanos y fuertes.

 Tu amor se fue antes que tú, tus hijos tuvieron que marcharse lejos para poder sobrevivir quedándote tu sola.

 La soledad se agrandaba cada día, la pérdida de tu marido acrecentaba tu dolor y tu cordura. Empezaste a hablar con él, primero en tus rezos, luego en conversaciones largas y complejas que la gente cuando te miraba hacerlo por la calle, parecías que estabas loca.

 Los años iban pasando, tu belleza perdía tanto como tu razón. Gritabas a todo el mundo, te enfadabas con todos, pero sabías que cuando llegabas a casa, te encontarías sola, en medio de la oscuridad sin nadie que pudiera apoyar sus manos contra las tuyas.

 Y al final, acabarías llorando.

 Muchos te conocerían como Carmen la Loca, otros te llamarían Carmen la de las Bolsas, pero nadie te conocería como Carmen la Solitaria, que moriría sola, sentada en la silla de la cocina mientras un pequeño rayo de luz entraba por la ventana, y el olor a café recién hecho inundaba la estancia. 




Autor: Felipe de la Cruz

Síguelo en Twitter:

Hacedor de Historias

@HacedorH 

sábado, 7 de febrero de 2015

El lenguaje mudo de la piel







A la piel que tanto habla sin palabras
Que se pierde con una mirada
Que se estremece al tocarla
Que ríe cuando los labios pasan
Que se eriza si otra boca la asalta
Que gime porque se siente excitada
Que llora si se ve dañada
Que transpira si es acosada
Que llama porque tienes ganas
Que sensual provoca cuando el cuerpo se alborota
Que con un susurro respira volviéndose loca
Y no le hace falta las palabras
Porque muda, con las sensaciones se dispara
Nunca miente ni difama
Porque con hechos se muestra
Le salen del alma
Piel que tanto sientes y tanto callas.



Autora :

Letra Imperfecta

@LetraImperfecta 
Rozando las letras

viernes, 30 de enero de 2015

En tu orilla




Cuánto te amo en el río
de mis gratos recuerdos,
donde se quema el frío
y se me mueren anhelos.

Allí se ahogan las penas
buscando esos dedos
que esculpan mi cuerpo
y escalen mis celos.

Tiritan mis miedos en ti
y se fugan deseos
que habitaban las cuevas
de culpa como presos.

Bebo tu sal
y se cura la herida
con nuevos latidos,
soñando viejos futuros inciertos.

Salgamos ya,
toquemos tierra,
que sienta el sol
soplando en mis venas,
que pueda chupar la flor
naciente de tu vientre de arena;
puro ardor que no calma la sed
y me bebo tu calor.

Porque amarte no es temer
o negar el pudor:
amar es nadar
y dejar respiro al amor,
que me guíe sin prisas
navegando entre tu olor,
parando el momento
que me susurra tu voz.

Arribemos a la orilla
y no nos ahoguemos,
que prisas nunca haya,
sólo ansiosos respiremos;
que de tu boca a mi fe
los alientos quememos
y que aquello de querernos
jamás lo olvidemos.





Autor:
MICKY
 Siguelo en Twitter:  @poemios 
Puedes leer mas de Micky en su blog :poemios.wordpress.com



lunes, 26 de enero de 2015

Sentimientos encontrados








Sentado en una silla de madera con bases de hierro, en aquel parque en el que sobresalen las figuras regordetas del maestro Fernando Botero, en el centro de aquella ciudad ajena, esperaba el mensaje de la mujer de hermosa sonrisa.

Se habían fijado las dos de la tarde como hora máxima para acordar el encuentro. Los 60 minutos de espera en esa silla se hacían eternos. Miraba con cierta frecuencia el reloj, revisaba los mensajes en su celular y, debido al bullicio en el entorno, observaba de reojo la pantalla con la ilusión que la anhelada llamada finalmente fuera una realidad.

El tiempo corría y perdía las esperanzas. El tercer encuentro parecía fallido. En su interior, los sentimientos encontrados hacían de las suyas.  Un par de horas antes  había experimentado un enorme dolor. La lucha personal emprendida hace casi año y medio parecía llegar a fin.

La sola idea de no verla  le agregaba algo más de sal a la herida. Era quizás la última vez que se verían y se lo dijo con énfasis en aquel mensaje en el que le insistió que quería volver a verla. Tal vez no habría un mañana para regresar.

Y es que, el episodio vivido apenas un par de horas antes y aquel incidente que experimentó una semana atrás en el que casi pierde la vida, incrementaron sus deseos por tenerla frente a frente, de volver a verla sonreír, de intercambiar nuevamente unas cuantas palabras, pero sobre todo de sentirla a través de un abrazo o de un beso.

Los minutos se hacían eternos, la ansiedad se apoderaba de su interior, perdía la fe. Se estrechaba el tiempo, la espera producía un caos, el mensaje no llegaba.

Entre tanto, cientos de personas pasaban frente a él,  el vendedor de refrescos, el policía que vigilaba el lugar, el hombre y la mujer que regresaban a su sitio de trabajo, el extranjero que disfrutaba de sus vacaciones, la niña que jugaba a las escondidas entre las figuras de Botero con su  mascota.

Bastaba con levantar un poco la mirada para observar el paso de los vagones del metro o mirar el cielo azul. Una mujer de unos 50 años que estaba sentada a su lado le preguntó si conocía el sector de Aranjuez o un barrio cuyo nombre no logró entender. Le respondió que no era de esa ciudad, que estaba de paso y que ya en unos minutos se desplazaría al aeropuerto para regresar a su ciudad.

Eso lo distrajo un poco de su insistente mirada al reloj y al celular. La mujer se levantó de la silla, se despidió y se perdió en el horizonte. Él volvió a lo suyo. La angustia volvió a Él. Los minutos seguían pasando y aunque, aparentemente lentos, la ansiedad parecía consumirlo rápidamente. El temor se apoderó de su interior, la hora prevista estaba por llegar. El plazo estaba por vencerse.

Revisaba unos documentos cuando un mensaje llegó a su celular, dirigió su mirada a la pantalla. Era ella. Diez minutos antes de la hora sentenciada finalmente pudo leer el mensaje que tanto esperaba. Si habría un tercer encuentro con la mujer de hermosa sonrisa. 

A la eterna espera en el Parque Botero se sumaba otra en el sitio acordado. Era un lugar tradicional ubicado en la zona peatonalizada de la avenida Junín. Se sentó en una de las sillas ubicadas cerca a la entrada principal para observar el momento en el que ella ingresaría. Los minutos se volvieron nuevamente eternos. La ansiedad por saber si se produciría el encuentro se transformó ahora en la ansiedad por verla. Volvía a mirar con insistencia el reloj.

La mujer de hermosa sonrisa llegó al lugar. Él se paró de la silla. Se dirigió hacia ella. Alcanzó a ver que los comensales de la mesa vecina los miraron. Se saludaron con un beso en la mejilla. Se sentaron y ordenaron un jugo de mandarina. Repasaron lo sucedido horas antes y analizaron las posibles decisiones que debían tomarse. También hablaron del episodio ocurrido días atrás. Ella recordó que vivió de cerca una situación similar.

El tiempo que antes iba lento ahora corría con rapidez. Era un contrasentido. Las palabras se atropellaban, había mucho por decir. Se cuestionaron por decisiones anteriores, se defendieron por haberlas tomado. Se preguntaron si acaso como consecuencia de esas decisiones se habían alejado un poco o si los silencios eran producto de alguna molestia.

Fueron 40 minutos excesivamente cortos. El tiempo corría atropelladamente así como las palabras. Se dijeron tantas cosas como tantas se quedaron sin decir. Él la miraba como la primera vez. Ella preservaba la sonrisa, aquella que él observaba con frecuencia en la fotografía que guardaba como un tesoro.

El tiempo, como una guillotina, cayó sobre ellos. Llegó  la hora de la despedida. Pagaron la cuenta y salieron del lugar. Caminaron apenas unos metros, se detuvieron. Ella le señaló el lugar donde podría tomar el transporte rumbo al aeropuerto. Quedaron frente a frente y se despidieron. Se despidieron dos veces como si no quisieran que el momento fuera real.

En el fondo él no quería despedirse ni que se convirtiera ese momento en un adiós. Él sintió el beso en la mejilla. Ese beso lo estremeció, por eso no quiso mirar atrás. No quiso verla refundir entre cientos de personas que caminaban por el lugar. No quiso guardar en su memoria esa figura diluyéndose en el horizonte. No quiso ver como la mujer de hermosa sonrisa desaparecía de su vista quizás por última vez.





Autor : Javier Contreras