Aunque ahora, mi barba sea blanca como la nieve de las altas
montañas y mi piel este curtida por el sol y la arena del desierto, hubo un
tiempo en que mis ojos rezumaban inocencia y mi rostro era imberbe.
En aquel tiempo, yo tenía un maestro sabio y bondadoso al
que quería y respetaba mucho, el vivía en una austera cabaña y gente de todos
los lugares del mundo acudían a preguntarle o a pedirle que mediara en algún
asunto.
Un día, estando yo a su lado, nos vinó una mujer que decía ser una
antigua noble que había caído en desgracia ante Alá, pues un demonio, la poseía
por las noches, haciéndola llevar a cabo delitos, los cuales debía expiar con
multas. Quedando así reducida su fortuna a la más terrible pobreza.
No sabiendo
y no habiendo trabajado nunca, pidió a mi maestro que exhortara al demonio,
antes que la ruina a la que la llevaba la obligara a tener que trabajar.
Mi maestro preparó un sencillo ritual, en este, la noble
tenía que fingir estar trabajando.
Entonces una sombra oscura y ligera como el
humo apareció sobre la noble.
Mi maestro
cogió la sombra, la metió en una vasija y la selló. La noble dió las gracias y
se fue.
Yo, intrigado, pregunté:
- ¿Qué demonio es el que tan mal ha hecho obrar a la mujer?
El maestro respondió:
- La pereza, pues nos lleva a no ayudar al prójimo y cometer
ignorancias. La pereza es el enemigo de los sabios y los justos.
Autor: Koldo.
Podéis leer mas de Koldo en su blog
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