Era un día de verano y estábamos en la playa él, un amigo común, un montón de chicas enloquecidas por él, y yo.
Su físico escultural hacía imposible no fijarse en él y mezclado con su timidez y discreción lo hacía treméndamente atractivo.
Me quedé impresionada con sus ojos verdes brillantes. El mar estaba reflejado en su mirada... ¡y qué mirada! En una de ellas, tropecé en la arena ¿a quien miraba? A mi no, ¡seguro! Eso sí, me dedicó una sonrisa a mi cómica caída.
Las chicas estupendas y guapísimas que revoloteaban a su paso hacían imposible acercarse a él, así que me limité a obviarlo. Yo no era espectacular y no tenía posibilidades, así que mi parte más racional y práctica hizo que lo ignorara del todo. La tarde avanzaba y el sol parecía que quería irse, pero de repente, oí mi nombre saludándome efusívamente. Era un buen amigo al que hacía tiempo que no veía y con el que me había reído muchas veces. Nos abrazamos y besamos. Y ahí estaba él y sus ojos mirándome fijamente... estaba claro que recordaba mi caída. Nunca he sido una mujer guapa pero divertida ¡un rato! Así que le sonreí y le dije: '¿ te ha gustado mi caída eh?' Él se puso rojo y sonrió al tiempo que le decía a nuestro amigo común que nos presentara. Las olas hicieron de las suyas y en el momento del beso de presentación ¡Chaf ! Una ola se chocó e interpuso entre nosotros y él me pescó con sus corpulentos brazos y me dio un beso acompañado de su nombre. Aquel día me pescó literalmente en todos los sentidos.
Así fue nuestro primer encuentro y hubo muchos más, con muchos besos salados largos, llenos de miradas brillantes de nuestra playa. Un tiempo después me confesó que entre todas aquellas chicas de esa tarde solo se había fijado en mi ... Y así surgió el amor, el flechazo, el tic tac del corazón.
Así es el primer recuerdo de mi primer amor ...
Autora : Judit Obón
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