Es curioso que mis recuerdos no llenen ni una página del
libro y los pocos que aún conservo son fábulas de la memoria, manchadas con ese
sabor trágico del que tanto disfrutan mis letras.
Es curioso como mi infancia, se resume a una actuación en la
cocina de mi abuela con muchos aplausos
y una medalla,un intento de suicidio truncado por un verso porque no rimaba en
la estrofa, unos golpes, muchos golpes, eso sí con mucho énfasis y poca
metáfora, juro que eso si es cierto,los golpes, los míos, los que aprendí y
luego repetía cuando él ya no estaba, hasta recuerdo unos cordones de zapatos que
se empeñaban en no ser lazo y yo, lloraba impotente en la esquina de su mirada,
joder ese hombre era cruel y ya no recuerdo ni como se llamaba.
Y luego la recuerdo a ella, fuerte, con las manos más
grandes que toda esa indiferencia, borrando cada lágrima con su abrazo,
rompiendo su joyero de recuerdos,para no comer oro viejo y pagar la cuenta del
puto destino, que se empeñaba en ahogarle hasta los huesos.
Y siempre ella, sólo ella, fregando los escupitazos de la
escalera sin bajar la mirada de la cuenta, esperando el día en el que poder
saldarla, a pesar de no haber comprado nada si antes mirar el precio.
Y siempre ella, en las cuatro esquinas de la cama, en la
puerta de cada desprecio adolescente, esperando a que tocaran el timbre y
devolverme el abrazo en silencio.
Ella, joder siempre ella y se me llenan los recuerdos y sólo
la recuerdo a ella.
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